jueves, 13 de octubre de 2011

Son las doce horas, un minuto y quince segundos... (microrrelatos en cadena)

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Son las doce horas, un minuto y quince segundos, justo el preciso instante en que me toca recoger los platos rotos, limpiar los restos de sopa fría de mi falda nueva, y decir a modo de indiferencia la misma frase de cada noche:
  –no pasa nada Jaime, ya lo recojo yo, es normal. Debería haber supuesto que llegarías tarde. No volverá a pasar.
Mientras oigo sus perdóname, me limpia con sumo cuidado la sangre que sale de una nueva herida, me pone hielo en el ojo y me besa la mano, dándome las gracias por ser tan comprensiva.

De reojo

Son las doce horas, un minuto y quince segundos. Ya se acerca la hora del baño, el momento en que más disfruto. Mientras me sujeta con cuidado y enjabona mis partes íntimas no puedo evitar ruborizarme, a pesar de mis setenta y dos años. Pero ella no, su profesionalidad no deja entrever ningún tipo de escrúpulo. Justo en el momento en que pasa la esponja por mi espalda y el sudor de su cuello se mezcla con la espuma su escote se insinúa y me enfrento de nuevo al mismo dilema: ¿Los abro o los cierro? Entretanto decido, me limito a mirar por el rabillo del ojo.

No vayas

-Son las doce horas, un minuto y quince segundos, Carlos. Termínate los cereales, lávate los dientes y a la cama, que si no mañana te cuesta mucho madrugar- Me decías cada noche, con un tonillo exigente pero cariñoso.
Dulces recuerdos, que se mezclan ahora con el olor a pólvora y con  el sabor incipiente de sangre  en mi boca. En plena trinchera, con un agujero de 8mm en el estómago y con la mano en el pecho,  contengo el aliento, cierro los ojos y saboreo mi tazón de leche con cereales mientras tú, mamá, me pides de nuevo que no me vaya.

Tarde

Son las doce horas, un minuto y quince segundos  y  el abogado ya está aquí.  Elisa llegará tarde, como siempre. 
Tarde fuimos conscientes, de que lo nuestro no iba a ninguna parte, ¿cómo no nos dimos cuenta antes? Tarde para saber, que alimentar tres bocas más  con un solo sueldo, no era la solución, sino un mero agravante.
Veinticuatro años han pasado, entre gritos de madrugada y ronquidos, entre frases matutinas sordas y extrañas muecas de poca hambre al mediodía. Sesenta y cinco años son demasiados para empezar de nuevo, y tú con cincuenta y tres lo tienes todo, y aún así, como siempre, llegarás tarde.

R.I.P

Son las doce horas, un minuto y quince segundos. Aún no he llorado y no lo entiendo. ¿Serán los sedantes? ¿Seré fría? Lo mismo carezco ya de sentimientos.
Cuanta gente ha venido, a la mayoría ni les conozco, ¿qué les habrá traído aquí? Tal vez el morbo de ver como una madre pierde a su hija de once años.
Las flores no quedan bien ahí…Ahora sí.
Voy a levantarme un rato.
Fíjate, lleva su vestido de comunión, es tan menuda…que aún le queda bien. Mi princesita. ¿Qué será de ti ahora, mi niña? Te miro, te huelo,  y sigo sin poder llorar.

Los Reyes.

Son las doce horas, un minuto y quince segundos.  Faltan exactamente ocho horas, cincuenta y ocho minutos y cuarenta y cinco segundos. Ya puedo oler el chocolate caliente con churros  del desayuno. El corretear de los niños por el pasillo y sus risas, repiquetean entre la neblina de mis sueños a modo de banda sonora.
- Duerme tranquilo Arturo, esta noche en concreto te la pasas siempre en vela, y no entiendo muy bien el porqué-  Me dice Marga, cada cinco de enero, antes de irnos a la cama. No sé cómo explicarle, que es el único día en que ambos somos los reyes.

La hora golfa.

Son las doce horas, un minuto y quince segundos. La película acaba de empezar.
-¿Vas a bajar a por palomitas?- Me pregunta ella a modo de indirecta directa.
-Claro, ¿Qué tamaño prefieres?- Le pregunto.
-El grande- Contesta ella.
-No entiendo, por qué siempre se te ocurre idea de bajar a por palomitas (que baje yo, claro) justo cuando apagan las luces y empiezan a salir los créditos. No lo entiendo. Le digo indignado.
- Mire señor, yo vengo aquí cada miércoles para hacerle el “trabajito”, me paga y me voy. Déjese de monsergas, siéntese y desabróchese el pantalón-

El Manta

Son las doce horas, un minuto y quince segundos. Hace demasiado frio. La luna no se divisa bien entre la espesura de la niebla. ¿Cómo estarán los niños? Supongo que tan bien como siempre, en la calle jugando. ¿Y tú preciosa mía? Imagino que tan ocupada como siempre, con tu trabajo en la fábrica y con los pequeños. Estoy deseando poder ir a veros.  Yo, duermo en el mismo colchón de alquitrán, pero no te preocupes mi amor, cuando pienso en ti se me quita el frio, el hambre y el sueño. Pronto tendré los papeles cariño, pronto seré uno más, ya falta poco.

Negligente

-Son las doce horas, un minuto y quince segundos. Hora de la muerte del paciente 618. ¿Puede comunicárselo a la familia?-
- Claro, doctor.
- Otra muerte, maldita sea. Treinta y cuatro años como cirujano no son suficientes. Nunca son suficientes para operar a corazón abierto. ¿Qué es lo que falla?
- Doctor, tenemos que hablar. Aquí están las pruebas de alergia a la anestesia de los pacientes. Será mejor, que se busque un abogado.

Prácticas de anatomía.

-Son las doce horas, un minuto y quince segundos. Esta práctica supone el cincuenta por ciento de la nota. Pueden comenzar-
Era mi primera práctica de medicina y también sería la última. Los cuerpos estaban blancos, totalmente rígidos y frescos. Julio, cogió la mano de un cuerpo y se la puso en la cabeza a modo de sombrero. El profesor le echó de clase.
Era el momento. Un señor mayor. Había que darle la vuelta para hacer la disección. Catorce años han pasado, y  aun me da nauseas. No sabía que mi abuelo había donado su cuerpo a la ciencia.

A partes iguales

Son las doce horas, un minuto y quince segundos. La iglesia está preciosa, mejor de lo que imaginaba, Evaristo se ha lucido esta vez con la decoración. Todos han venido, quinientos invitados, como acordamos. A la derecha tu familia y amigos, a la izquierda los míos. Todos han venido, Jorge, todos menos tú. Ahora tenemos que repartir a partes iguales los trozos de corazón que se han quedado esparcidos por el altar. Por supuesto tú te quedaras con la mayor parte, y yo tan sólo me quedaré con la esperanza de que vuelvas.




ETERNO


-Son las doce horas, un minuto y quince segundos, como acordamos. ¿Estás preparada?
- Estoy preparada cariño.
- Sabes que no habrá marcha atrás.
- Lo sé.
- Sabes que te amo, que eres el amor de mi vida.
- Lo sé mi amor- Dijo entre lágrimas.
- No te preocupes cielo, sabíamos  que este momento tenía que llegar antes o después, lo hemos hablado muchas veces. Nuestro amor será eterno, mi vida…
-Doctor, alguien debería ir a la habitación 202, creo que Luisa  ha dejado de tomar sus medicinas de nuevo. Está llorando y hablando sola frente al espejo.




¡Corre!


-¡Son las doce horas, un minuto y quince segundos! ¡Corre! ¡Llegaremos tarde!-
- ¡Pero…espera!  ¡No vayas tan rápido!
- ¡Vamos! ¡Que no llegamos!- dijo llorando y alterado.
- Tantas prisas, tantas prisas… No sé para qué, si para cuando lleguemos ya la habrán enterrado.o, ¿qué sentido tiene ir tan rápido? Total, ir pa’ na’ es tontería...

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