viernes, 24 de febrero de 2012

La cabaretera

¿Sería la O que dibujó con humo para mí? No, fue el aguardiente y el vaivén de sus caderas mejicanas. Fueron sus ojos de serpiente y su descaro. Esos mariachis tocando el "embrujo" de Charrito, para nosotros. Sus piernas kilométricas enrejadas, su pecho insinuándose y ese beso, ese beso a distancia y con I.V.A. 
Esa ilusión, esa mujer ¿Cómo vivir sin ella? ¿Qué hago? Qué si no, seguiré siendo su fiel siervo y escudero, el que le sirve la copa cada noche y el que le regala el tique del "Te quiero" sin código de barras, sin pedir nada a cambio, salvo sus miradas altivas y sus guiños de picarona. Esa mujer...

La sentencia



¿Cuánto habría pasado desde que el juez dio la orden?
       -¡Que lo manden a la horca!- Estalló colérico. En ese instante me despedí mentalmente de mis hijos, mi esposa y los sesenta años de existencia que me dejaría en el banco al caer. 
¿Cuánto queda? El sol abrasa con furia y me impide alzar la vista para buscarlos entre la gente. ¿Cómo van a estar ahora sin mí?¿Quién cuidará de ellos? 
Treinta años de vida parecen demasiados y tan breves cuando tienes que decir adiós...¿Cuál es mi crimen? ¡Cuál! ¿Por qué entregar a cambio mi cabeza? ¿Acaso alimentar a tu familia hambrienta es delito? Pues si robar una cabra al rey para mantener a los míos tiene tal precio, ¡Adelante, señor verdugo! ¡Se lo imploro! ¡Cumpla usted con su cometido! 

martes, 21 de febrero de 2012

Manolete

No estaba yo muy "católico" (como decía mi padre) esa tarde. Tal vez fuera el chato de vino caliente que me tomé a la hora del almuerzo, tal vez fuera el calor sofocante de agosto o incluso mi suerte. Puede que fuera el miedo a pensar que podía fracasar; tanta gente silbando, los "Paquito Chocolatero" y hasta "Er gato montes" flotando con olor a vino de bota...El caso es, que no podía imaginar que ese día saldría por la puerta grande de la muerte con las dos orejas y el rabo.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Se dibuja una sonrisa mellada...


Por vencida

Se dibuja una sonrisa mellada en la muñeca gastada. La perfila una y otra vez, con precisión, hasta atravesar las encías. Justo en el momento en que la sangre se derrocha por la comisura de la boca maltrecha, el espejo le devuelve la última lágrima que se le escapó al salir.

lunes, 13 de febrero de 2012

Tic-Tac


(http://www.youtube.com/watch?v=rgbn0wXnWJE) (aconsejable escuchar para leer)

Las 3 a.m., el segundero parece haber decidido acoplarse en la posición de las doce, no se mueve, pero el tiempo sigue adelante. Llueve. Huele raro. Hace frío.

El “clic-clic” de las gotas, al estrellarse contra el mar de suero, taladra despiadadamente los huesecillos internos de mis oídos. Clic, clic, clic…siguen chocando, al compás de unos zuecos tamborileros que se alejan por el gélido pasillo en busca de una solución.

Las 3.06 a.m. y creo que ha pasado un siglo desde que miré el reloj de pared, pero tan sólo han pasado seis escasos minutos. Seis. Como las seis letras de la palabra: muerte. Muerte.

¿En qué piensas? ¿Acaso puedes? ¿Te duele? ¿Lo notas? Te estoy cogiendo la mano, la tienes tan suave, tan caliente, que un bebé podría vivir en ella hasta hacerse mayor. Nuestro bebé, nuestro futuro, y ahora, un sueño desvanecido en el colchón del asfalto.

No siento nada, nada, no pienso. Sólo te veo a ti.
Tranquila, no, no te soltaré, no temas, estoy aquí.

Mira, ¿recuerdas? La noche que dijiste “Sí” y vi pasar mi vida contigo sobre tus ojos verdes. Ese instante en que prometí ser más yo contigo que conmigo mismo, en que el valor de tus besos bastaría para llenar el cofre del tesoro, nuestro hogar. Nuestro.

Las 3.15 a.m., la peca de tu mano derecha cada vez va tornando a tonos más oscuros que contrastan con el blanco de tu tez desnuda, más y más blanca, más y más fría. No te vayas, por favor, no me dejes. Si has de irte, llévate contigo el perdón, no lo quiero. Yo me quedaré con el pedal de freno, la velocidad, tus gritos y tu último suspiro. Me guardaré la sonrisa de tus pupilas al despertar, los momentos de sofá, el calor de tus caricias, los lunares de tu espalda, el silencio de tu cuerpo mientras duermes y el perfume de tranquilidad que desprenden tus brazos cuando me prometes que todo va a salir bien. Todo va a salir bien. No.

Promesas que se rompen. Un descuido, un segundo, una vida, un final.

Las 3.27 a.m., un pitido incesante actúa como detonante, como preaviso de los pésames que se dicen por cumplir, de las flores por encargo, de tu adiós sin despedida, de empezar de nuevo sin ti, de las risas que se ahogarán en la mesita de noche y que tan sólo podré escuchar por el eco de tu recuerdo. Yo, sin ti. No.

Es el momento. No, no quiero abrir los ojos, no puedo, no quiero contemplar lo inevitable. No puedo dejarte marchar sin más, sin decirte que el corazón me arde, que me faltan horas contigo, que mi voz se asfixia en la garganta, que un agujero negro en las entrañas me impide decirte que te necesito, que me lleves contigo, que lo siento. Es el momento de firmar el papel de la eternidad. Adiós. Te quiero

jueves, 9 de febrero de 2012

A 12º del perdón

Tus últimas palabras son las primeras que recuerdo, cada día, al despertar:
-¡Te odio!- gritaste, haciendo añicos el jarrón donde guardo con recelo la ilusión.
-¡Que no me mires! ¡Estúpido!- Gruñiste, antes de ingerir el último trago, ese sorbo que a ti te absorbió el alma y a mí la vida. Muerto contigo, y, aun así, lo firmo: Te quiero.

Cuatro damas y media

Andaba Agustín por la casa, ocupado con sus quehaceres de cuadra cuando Rogelia, una de las cocineras, le dijo que tenía visita.
     -¿Visita? ¿Quién es?- Preguntó extrañado.
     - Cuatro mujeres, señor- Respondió Rogelia, encogiendo los hombros.
     - Atiéndelas en el salón, ya voy- Contestó.
Agustín dejó el cubo y el cepillo en el suelo, se sacudió la paja del mono de trabajo y se dirigió a la casa, intrigado.
Cuatro mujeres andrajosas y descalzas se hallaban en el salón. Ni muy jóvenes, ni muy mayores, debieran rondar los treinta años, como mucho.
Agustín las miró y sin prejuicio alguno, les preguntó amablemente:
     -¿Qué desean? ¿Quiénes son ustedes?- 
Una de ellas, rompió el silencio diciendo:
     - Padre, venimos a decirle que Clementina (la menor), ha muerto de un infarto. Venimos a pedirle dinero para poder darle a la pequeña un entierro decente, como es debido-
     - ¿Clemen qué? ¡Pero quién es la madre!

miércoles, 8 de febrero de 2012

Y castiga sin postre al gigante...

Sola con todos

Y castiga sin postre al gigante azul en el rincón donde descansa el corcel de Doña Estrella. Mientras Charles Aznavour suena bohemio, revisa orgullosa uno a uno los platos vacíos del resto de comensales, la tarta quedó bien esta vez. Contemplativa, decide entonces acercase a él:

     - De no haber llegado tan tarde también habría disfrutado de tan delicioso pastel- le recrimina al gigante, señalándole con el dedito manchado de chocolate- Ya sé, usted no tuvo la culpa, él siempre anda demasiado ocupado. Pero ande, acérquese a la mesa, aún quedan pastas y té. Antes de sentarse, déjeme quitarle el envoltorio.

miércoles, 1 de febrero de 2012

A la sombra de una guitarra


No recuerdo el día exacto en que mi "papa" me regaló aquel trasto viejo y desgastao. Era el único legao que le había dejao el patrón, iba pasando de hombre a hombre en nuestra familia.
     - ¿Pero pa' qué quie'l nene ese cacharro?- Dijo mi madre gruñendo. - ¿No ves que con el chorro de voz que tie' le basta y le sobra?-
Mi papa, recogiendo las hojas secas de la higuera del suelo, la miró por encima del hombro y le contestó sin miramiento: 
    - "Ea" mujer, pa' eso se la regalao. Este viejo chisme hace tiempo que no suena, a ve si la voz tan desgarrá del chiquillo le da brillo a estas cuerda que son las vena que dan ritmo a esta guitarra malsonante que es mi vida