Andaba Agustín por la casa, ocupado con sus quehaceres de cuadra cuando Rogelia, una de las cocineras, le dijo que tenía visita.
-¿Visita? ¿Quién es?- Preguntó extrañado.
- Cuatro mujeres, señor- Respondió Rogelia, encogiendo los hombros.
- Atiéndelas en el salón, ya voy- Contestó.
Agustín dejó el cubo y el cepillo en el suelo, se sacudió la paja del mono de trabajo y se dirigió a la casa, intrigado.
Cuatro mujeres andrajosas y descalzas se hallaban en el salón. Ni muy jóvenes, ni muy mayores, debieran rondar los treinta años, como mucho.
Agustín las miró y sin prejuicio alguno, les preguntó amablemente:
-¿Qué desean? ¿Quiénes son ustedes?-
Una de ellas, rompió el silencio diciendo:
- Padre, venimos a decirle que Clementina (la menor), ha muerto de un infarto. Venimos a pedirle dinero para poder darle a la pequeña un entierro decente, como es debido-
- ¿Clemen qué? ¡Pero quién es la madre!
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