Nito


- ¡Nitooo! ¡Bajaaa! ¡La cena ya está puestaaa en la mesaaa!- Esta es mi madre, Pilar. Tiene la manía de gritarnos desde el salón para avisarnos de que la comida, merienda o cena ya está lista. Dar siete pasos hasta nuestra habitación y decirlo sin emitir chillidos, le cuesta mucho, dice que así ahorra tiempo y energía. Me hace gracia esa forma que tiene de alargar las vocales como canturreando cuando grita, se emociona, o nos pregunta algo en lo que tiene especial interés, como por ejemplo: "Ooooye Nitoooo, que me han dicho que te vieron el otro díaaaa con una muchachaaaaaa, ¿quiéeeen eraaaaaa?" jejejeje, mi madre, ya os iré contando...

- Ya voooooy...- Este soy yo, Nito. En realidad todos me llaman Nino, aunque mi verdadero nombre es bastante ridículo, Corino. Sí, aunque mi madre, que acostumbra a usar demasiados diminutivos, me llama Nito, que proviene de Corinito y que ella, por si no fuera suficiente con eso, alarga el sufijo hasta el infinito y me llama Corinito-nito-nito-bonito, hasta que por fin acortó y me "bautizó" con Nito, (todo esto no se lo he dicho jamás a nadie). 

Mi madre es una amante de las novelas bizantinas. Le hubiera gustado coger una mochila y cuatro duros y recorrerse el mundo en busca de aventuras. Mi nombre, proviene de una protagonista de una de esas novelas, "En busca de la sortija encantada" de un tal Joshua no sé qué. Se prometió a sí misma, con doce años, que cuando tuviera una niña le pondría Corina, su ídolo, su heroína capaz de conquistar mundos perdidos. No se imaginaba ella que tendría ni más ni menos que cuatro energúmenos en casa, todos varones. Pero ella no escatimó, y me colocó a mí la corona. 

No sé si te habrás fijado en el detalle de que no hay título, bueno, es que no se me ocurre ninguno, lo dejaré para más adelante, porque ¿qué título le pondrías tú a tu propia vida? ¿Alguna vez lo has pensado? Lo dejaremos para el final, cuando vea que contarte mi vida tenga algún sentido o te aporte algo interesante, o me lo aporte incluso a mí.

Sigamos, tengo dos hermanos, Joaquín (Joqui, para los amigos), que es el mayor; y Jerónimo, el menor y el único que no tiene otro nombre, bueno, mi madre le llama mil cosas, pero mantiene su nombre.
Yo, en realidad, soy el gemelo que sobrevivió al peor parto que tuvo mi madre, mi gemelo murió nada más nacer, creo que por eso mi madre me intenta proteger siempre y empalagarme con mimos, como si se sintiera culpable y darme tanto cariño fuera su forma de pedir perdón. Pobrecilla, lo pasó muy mal, estuvo bastante tiempo coja porque la cesárea fue complicada. Pero no le impidió aquello tener el valor para tener al tercer cabezón de la familia. 
Esta es mi familia, tres mozos y una dama. Mi padre hace un par de años que decidió pasar a la otra vida acompañado de un cáncer de pulmón: -" De algo hay que morir, ¿no?"- solía refunfuñar cuando mi madre le decía que dejara el tabaco. Y claro, al final...

Lo cierto es que no sé muy bien qué contaros, estaba aquí en mi habitación intentando comprender las integrales y, de repente, me ha venido de la calle un olor peculiar, a tripa de salchichón. Es un olor grasiento, que te deja pegajosa la garganta, lo hueles y notas cómo baja ese gusto a tocinillo que te hace salivar como un perro de pavlov. Como se nota que son las dos menos cuarto, qué hambre tengo. Pues el olorcillo éste, me ha traído un recuerdo de cuando fuimos todos, hace nueve o diez años, a pasar un fin de semana en las lagunas de ruidera y nos llevamos todo menos la merendera, nos dejamos toda la comida en casa, y cualquiera volvía a Jaén a por ella. No nos quedó más remedio que comprar unas barras, salchichón, queso y chorizo, del primer supermercado que vimos. Estar todo el fin de semana comiendo en bar nos iba a salir muy caro, así que, qué mejor que unos bocatas. Lo mejor de todo fue la cara que puso mi madre cuando, como de costumbre, nos grita a todos para comer y no encuentra la bolsa de la comida, mi padre estuvo los tres días riendo, porque lo más gracioso no fue que se le olvidara, sino dónde se le olvidó. Haciendo memoría, porque no hacía más que decir que ella había metido la bolsa en el coche, juraba y perjuraba, hasta que por la noche calló. Habíamos parado en una gasolinera para tomar un café, y Gero, que tenía entonces cuatro años, tenía mucha hambre, así que mamá decidió sacar la bolsa para coger el taper de fruta triturada y unas galletas, se lo llevó por si acaso alguno más quería coger algo, mientras ellos tomaban un café. La bolsa la dejó debajo de la silla, y cuando se tomaron el café, ella decidió ir al baño, mientras mi padre pagó la cuenta y todos nos fuimos al coche. Mamá, regresó del baño con una sonrisa y sin bolsa. Qué risa pasamos ese fin de semana, porque además lo más curioso es, que la pobre se había acostado la noche anterior muy tarde preparando las maletas, las comidas, porque así nos salía todo más barato, y al final...nos gastamos más, no mucho más, pero gastamos más, porque cansados de comer bocadillos, el sábado por la noche y el domingo, comimos y cenamos en el bar. 
A veces añoro esos días en los que un bocata de nocilla es el mejor de los premios por ser tan guapo para una madre, o cuando doscientas pesetas son el premio de consolación que te ofrecen por un beso muy gordo muy gordo que le tienes que dar a tu abuelo y que tú con siete años no estás por la labor de repartir. 

-¡Corino! ¡Vamoooooosss! ¡Bajaaaa yaaaa! ¡Que estamos todos esperándoteeeee!- 

Uy, se me había olvidado, como pasa el tiempo. Me tengo que ir, que mi madre cuando me llama Corino es porque está perdiendo la paciencia, jejejeje... Me bajo a comer, pero ya te seguiré contando, tengo muchas cosas que decirte. Pero te dejo mientras una canción (espero que os guste):



El otro día me pasó algo curioso. Paco y yo subíamos la "cuesta de los calores" (como le solemos llamar nosotros, porque haga frío o calor, cuando la subes y llegas al final de la cuesta has derrochado un litro y pico de agua de tu cuerpo, como poco). Cuando llegas a la cumbre de la cuesta te encuentras con un dilema, hay dos caminos separados por una gran rotonda, que llevan al mismo sitio: uno de ellos parece más corto a simple vista, pero hay más distancia física; el otro en cambio, parece más largo supuestamente (digo supuestamente, porque Paco se empeña en decir que es más largo, que un día va a coger el taquímetro y lo va a medir). En fin, nos fuimos por el que yo escojo siempre, el más largo. Apostando unas cervezas para ver quién iba a tener razón, vimos en una papelera (que estaba ligada a una farola) un pajarillo que parecía que no podía alzar el vuelo. Paco, que presume siempre por ser bastante íntegro y justiciero, se apenó del bicho e intentó cogerlo para lanzarlo  al aire. Pobre Paco, su buena intención se hizo añicos cuando en el intento del ave de volar a tres palmos del suelo se dejó caer en mitad de la carretera y antes de que Paco decidiera ir de nuevo a por él un coche se adelantó y...
Paco fue lamentándose durante el resto del trayecto a casa. Intenté consolarle invitándole a un par de cañas, pero luego en casa me dio por pensar. Lo mismo que hizo Paco con el pájaro, con la mejor de las intenciones por ayudarle, hacemos con las personas. Las presionamos, forzamos la situación, siempre en función de nuestras necesidades. No sabemos esperar, respetar, no sabemos aceptar lo diferente. Tenemos que salirnos siempre con la nuestra, llevar la razón en todo, destacar, y esperar que los demás sepan estar a la altura de nuestras expectativas. Me pasó algo parecido con Mónica, mi ex novia. Era una chica muy tímida y con muy poca iniciativa para hacer cosas, yo siempre le aconsejaba que podía hacer este curso, o ese viaje, o...cosas que no iban con ella en absoluto y ella cedía muchas veces por contentarme a mí. Como aquella vez que le propuse subir al castillo andando, y ella que odiaba el campo, aceptó encantada. O aquellas veces que intentaba jugar conmigo y mis amigos al Dungeons & Dragons. Lo cierto es que la pobre siempre intentaba ser lo que no era para complacerme y yo, si te descuidas, le "exigía" más. Me di cuenta de que quién debía cambiar era yo, pero no de forma de ser sino la manera de ver la situación. Así que, la dejé ir y quedamos como amigos, al menos al principio. Esto me hace pensar en lo egoístas que somos en general, en aquel caso quizá fue por la ingenuidad de la adolescencia, pero aún así, creemos muchas veces que somos el ombligo del mundo y que la gente tiene que estar para nosotros a pedir de boca. Aprendí una lección muy grande entonces, que me ha recordado también la anécdota del pajarillo, que no somos dueños de nada ni nadie salvo de nosotros mismos.

Os dejo hoy el vídeo clip de una mujer que se ha superado a sí misma y se ha autoreinventado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia musical. Tan criticada como valorada, sensual, provocativa, polémica y arriesgada.

Creo que me voy al sobre. To be continue...

-¡Vamos, tío! ¡Sal ya! Qué pesado...siempre igual... ¡Venga! ¡Llego tarde! ¡Sal ya!- Este es Joqui, mi hermano mayor. Gasta muy mal genio desde que descubrió que le gustan más los hombres que las mujeres. Tiene treinta y dos años, es la persona que más admiro pero nunca se lo he dicho ni se lo diré, es demasiado orgulloso. Trabaja como programador informático en una empresa que él mismo y otros tres compañeros de trabajo crearon de la nada, BitsLogos. Ni siquiera tiene la carrera de informática, hizo un módulo, pero siempre fue muy manitas además de friki. Estuvo saliendo con Luci durante seis o siete años, iban a casarse, ya tenían la fecha establecida, el lugar del banquete y hasta los trajes de novios. Nunca se celebró. Un par de meses antes,una noche, entró a mi cuarto medio borracho, diciéndome que me tomara con él la última copa. Yo no sé cómo cedí, pero me levanté de la cama, cogí lo primero que pillé de ropa y nos fuimos a la taberna del tuerto, que siempre cierra a las siete u ocho de la mañana. Allí, nos bebimos un par de chupitos de tequila, y el primero que se atrevió a brindar fue él diciendo: -"querido hermano, hoy estamos aquí para celebrar la santa infelicidad de tu jodido hermano gay"- No pude articular ni una sílaba, siguió confesando sin poder parar. -"¿Sabes qué? La primera vez que le eché un polvo a Luci, me tuve que tomar una viagra porque no se me levantaba, jajajaja, con veinte años, jajajaja... ¡No se me levantaba!. Menos mal que estábamos en casa cuando la perdimos, porque si no... Así es, sí, ¿A que es gracioso? ¡Vamos, hombre! ¡ Ríete conmigo!- Reía, emitiendo unas carcajadas tan exageradas que hasta el propio Manuel (el camarero) nos miró desconfiado. Llevaba toda la vida ocultándolo,  admitió, autoconvenciéndose de que sólo era una racha de confusión y que pronto pasaría. Me dio mucha pena verle aquella noche tan destrozado, fue la única vez que le abracé de corazón y le dije: "No tengas miedo Joqui, todo va a salir bien. Eres muy valiente y te admiro por ello. No te preocupes, todo va a salir bien, ya lo verás, todo va a salir bien..." Entonces él tenía veinticinco y yo diecinueve. Jamás se lo he dicho, pero no me sorprendió su revelación, yo notaba algo desde hace muchos años, pero no sé muy bien qué ni por qué. Ha sufrido mucho, le costó bastante explicar el motivo de la ruptura con Luci a mis padres. Mi padre fue el que peor lo llevó, aunque con el tiempo hizo por entender. A Jerónimo también le costó, era pequeño y no entendía nada. Todo volvió a la normalidad pasado el tiempo. Ultimamente le veo muy entusiasmado, tal vez haya encontrado a alguien que sabe cómo hacerle feliz, eso espero.

Todavía no he comentado por qué me he lanzado a contar mi/s historia/s. Creo que lo dejaré para otro momento, se hace tarde... 

Hoy me quedo con un grupo ochentero que le chifla a mi hermano Joqui. Un grupo compuesto por dos cantantes, Los chicos de la tienda de mascotas, más conocidos como Pet Shop Boys. Te admiro mucho, tío, por tu coraje, honestidad, tu fuerza y dedicación en lo que emprendes. Valores que hoy en día...no suelo encontrar en la mayoría. Eres grande.





¿Veinticinco años y ya tienes una vida que contar? Así es, el tiempo es tan relativo... Para unos, veinticinco años es nada, hay una vida entera por delante y mil cosas por hacer; para otros, es el momento de asentarse, formar una familia e hipotecar sus sueños para otorgar el tiempo y el aliento a los hijos que tendrán. Para mí, veinticinco supone el número perfecto, el momento idóneo para hacer lo que quiero, lo que unos pocos hacen sin remordimiento, ser yo mismo.

Mi necesidad de escribir empezó tras mis "visitas" a la psicólogo y la logopeda. Era un pelín (bastante) tartaja. El logopeda insistía en que leyendo miles de textos y haciendo ejercicios no me haría falta para nada la terapia psicológica. Mi madre no pensó lo mismo "dos cabezas piensan más que una, ¿no?, pues te llevaremos a los dos profesionales" Eso dijo tras la primera sesión con Mª Cristina, la logopeda. El ejercicio que más ridículo me parecía al principio era el lápiz en la boca. Tenía que meterme en la boca un lápiz cuadrado (como los que se utilizan para dibujar planos, de esos que ves colgando en el bolsillo del mono de trabajo de cualquier albañil)morderlo con las muelas de atrás y leer, intentando vocalizar lo mejor posible, de tal forma que la persona que me estaba oyendo comprendiera lo que decía. Sí, parece ridículo, pero la diferencia era notable. Antes de coger el lápiz leía el texto, tartamudeaba hasta tal punto que a la tercera frase tenía que parar, porque ya no era capaz de seguir, me bloqueaba. Con el lápiz en la boca, en cambio, la lectura era casi fluida, me impresionó tanto la primera vez que noté la diferencia... Después, volvía a leer el mismo texto pero de nuevo sin el lápiz, y ¡era increíble el cambio! Era capaz de leer casi un párrafo entero sin atrancarme. La explicación que me dio la logopeda fue que al esforzarme tanto en vocalizar teniendo el obstáculo del lápiz en la boca, adquiría una mayor elasticidad en la musculatura de la boca, lo que me facilitaría articular mejor y de forma más fluida. La psicóloga, Estrella Ramírez, en cambio focalizó más la atención a mi estado psicológico, afirmando que realmente al tener el lápiz en la boca (a parte de otorgar mayor elasticidad)lo que hago es no centrarme en la ansiedad que me provoca el pensamiento o la creencia de que al leer voy a tartamudear y me centro más en vocalizar bien y en que mientras lo hago no se me caiga el lápiz. Confirmando así la posibilidad de que la tartamudez se debe más a un estado ansioso que a una incapacidad articulatoria. Aún así, asistí a ambos profesionales. La psicóloga me sugirió que comprara un cuaderno para escribir una especie de diario, contando lo que me ocurría cada día y que antes de dormir lo leyera en voz alta, mirándome a un espejo. Parecía un poco absurdo, lo de leer en voz alta estando yo solo frente al espejo del baño. Al principio, me miraba y en vez de leer me acaba mirando a ver si me había salido un grano o algo, porque eso de mirarme mientras leía a parte de que era difícil porque se me iba el hilo de lo que leía, me daba cosa. Luego ya me acostumbré y como si nada. Además de mejorar mi fluidez verbal y lectora, también conseguí mirarme al espejo sin huir de la silueta que tenía enfrente, conseguí mirarme a los ojos sin tener que esconderme, sin tener que sonrojarme, sin miedo, aceptándome tal cual soy. 
Eso fue hace bastante tiempo y a día de hoy sigo teniendo la necesidad de contar cada día lo que me pasa, aunque no tenga mayor importancia.
Lo imprescindible que es el lenguaje y qué poco conscientes somos de ello a veces, y más si no tienes ningún tipo de problema para expresarte. El lenguaje, el arma del entendimiento del ser humano. Es lo único que nos diferencia de los animales, porque aunque ellos también se comunican, son más instintivos. Nuestro lenguaje es mucho más rico, es racional y nos permite vivir en sociedad. Es algo que aprendemos con muy pocos años de vida y una vez que lo aprendemos lo utilizamos de forma tan mecanizada que ni nos damos cuenta de lo complejo y abstracto que es, tanto comprensión como en procesamiento. Es increíble, valoramos mucho más las cosas que o bien no tenemos o bien perdemos, ¿por qué será?
No voy a decir que soy desde todo aquello el mejor orador del mundo, pero no tartamudeo en absoluto (bueno, quizá un poquito si hay mucha gente y si lo que tengo que leer o de lo que tengo que hablar no tengo dominio de la materia, entonces...sí se me ve un poco el plumero, pero poquillo). Y sobre todo, desde entonces, tengo muchas cosas que decir...

El tiempo... hace bastante que dejó de preocuparme,vivo con lo que tengo y conforme lo tengo, con vistas a mejorar en todos los sentidos pero no me obsesiona. Aquí y ahora, el resto...qué más da.

Podemos decir la verdad, aunque está cara últimamente, podemos mentir, podemos insultar, podemos gritar, podemos blasfemar. Podemos callar. Podemos y debemos hablar. Yo ya digo lo que pienso. ¿Qué tienes que decir tú?

 


El día que me lo dijeron no sé... no reaccioné, creo que procesé la información semanas más tarde. Mi madre lloraba por los rincones, fingiendo que era alergia que teñía de rojo el blanco de sus ojos y las lágrimas se secaban en sus mejillas. De sobra sabía que yo que mentía. Pero yo no solté ni una sola. Es desde entonces que casi siempre tengo necesidad de escribir, como si así me asegurara de que al menos voy a dejar algo, aunque sólo sea este escuálido diario o lo que sea esto. Joqui, me pregunta a menudo si tengo miedo, si me duele mucho, yo por no preocuparle le digo que estoy como nunca, que de miedo nada. Claro que me duele, me rabia y más cuando me inyectan el veneno, entonces es insoportable. 

Me estoy dando cuenta de que no he hablado aún de mi padre salvo para decir con mucho sarcasmo que se murió de cáncer. Sí, sarcasmo, porque me cabrea mucho que nos dejase así, y sobre todo por el pequeño Jero, yo creo que es el que más lo ha sufrido aunque es el que menos lo demuestra. Y ahora con lo mío... no sé. Hace días que no habla, dice que ha hecho huelga, como Dwayne en pequeña miss sunshine. Pero él ha decidido ir más lejos porque tampoco piensa escribir. Yo creo que de las bofetás que le de mi madre la tontería se le ira en como mucho tres o cuatro días. En una hoja escribió, antes de hacer tal promesa, que no abriría el pico hasta que yo me pusiera bien. Tiene un pavazo... pero bueno, la intención es lo que cuenta, y aunque es absurdo, es bonito. Pero no pienso decírselo, ni de coña.

Joder, tengo tantas cosas pendientes, tantas cosas que me gustaría hacer... Me gustaría pilotar un avión, pero no en plan profesional, sino hacer uno de esos cursillos que duran veinte minutos y llevas al tío atrás, pero jooooder que bueno. Tengo que hacerlo como sea. Me gustaría tirarme a dos tías a la vez o a tres si se ponen, bueno, dos, con dos voy sobrao. Si es que a la hora de la verdad luego no me surge nunca, nunca hay dos tías dispuestas, de boquilla todas, pero a la hora de la verdad...nunca. Una vez estuve a punto, pero iban tan pedo que ni veían y así...paso del tema. Me acuerdo de que la última frase que me dijo mi padre al oído antes de morir fue: -Vive hijo, vive con tal intensidad que te duelan los ojos antes de ir a dormir. Vive hijo, vive-.
Pero uno piensa que tiene toda la puta vida por delante, así que se relaja. Y así pasa, que te dejas mil cosas por hacer. No sé si en seis meses me dará tiempo a todo lo que tengo pendiente, sería iluso por mi parte pensar que sí, pero bueno, mi próximo objetivo más cercano es hacer puenting, quiero saber que se siente al dejar tu cuerpo suspendido en el aire, sentir como el vacío te inunda. Este finde voy, va a ser una pasada. No quiero ser uno más que sueña que viaja sin moverse del colchón.



Creo que mi padre tiene razón cien por cien: Vive, vive con tal intensidad que te duelan los ojos antes de ir a dormir. El tiempo no perdona y nunca sabes cuándo te va a tocar decir adiós. 


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