domingo, 3 de febrero de 2013

Conversaciones íntimas. De Sensei a Otaku


     Sacar la mierda ayuda a darse cuenta de lo mucho que acumulas cuando en realidad sabes que no te hace falta, pero sin saber realmente porqué... lo guardas. Vivir, al fin y al cabo es eso, ¿no? Vivir.
     
     El problema de los que damos sin tener medida es que al final, en algún momento, nos quedamos vacíos. La jodida válvula enseguida se da de sí, y la sensatez se escapa apresurada por las grietas, mientras te enseña el culo, te hace un corte de manga, y te dice burlona: "Ahora te jodes con tus dos amantes: la soledad (siempre tan fiel y tan puta) y la ingenuidad (pegajosa como ella sola). Pero lo que más jode es, cuando a modo de portazo en las narices, te dice: "lo sabía".
     
     ¿Sabes? La mierda apesta a kilómetros luz de distancia, venga de donde venga, ya proceda de las bestias (menudo puto nombre para designar a los pobres animales que, casualmente, siempre hacen el trabajo sucio, y lo peor, sin estar remunerados). El caso es, que la mierda huele a distancia, se te mete por los agujerillos de la nariz sin siquiera poder evitarlo. Es curioso, por mucho que odies un olor, no puedes decir: "pues ahora no lo huelo porque me da angustia". ¡Ja! ¿Y qué? Prueba y verás, a no oler, prueba. ¿Qué pasa? No puedes, simplemente te ahogas. Así es la mierda, huele, por muchas vueltas que le des no va a dejar de apestar. Te puedes alejar de ella, sí, pero aún así está ahí, esperando a ser barrida. Porque para limpiarla primero te tienes que acercar, mirarla, y echarle un par de huevos para coger la pala, y aún intoxicándote en el intento, tragar la arcada que te provoca el acto de siquiera arrimarte, y luego decir: "A tomar por culo, lo barro y punto".
Al final no se trata del pico, la pala, o el cubo; sino de huevos. Al final, siempre son los huevos.

     Los olores fétidos, dibujan muecas lo más parecidas a una sonrisa invertida, cuando alguien se arrima a ti, a pesar del mal olor que desprendes, y sin previo aviso te da un abrazo.
Nos retozamos bien en la mierda, suerte que podemos plasmarla (más o menos en un "folio"), al menos mientras nos decidimos o no a barrerla... pintando el hueco imaginario que deja libre, nos hace sentir mejor.

      Creo que debo pasar un largo tiempo sola, justo hasta cuando las ganas de besar a alguien sean tan descafeinadas, que en un intento de aproximarme a unos labios no me puedan las ganas de morder, y la esencia que llevo dentro no se funda con la lengua ajena. Me da miedo perderme por el afluente de fuego que deja esa saliva, esa saliva que te empapa sin ni siquiera llegar a mojarte. Esa saliva que te retiene, y sin tú poder evitarlo... te hace tuya. Si beso, pierdo. Mejor caminar sola.

     Mi cara de tragicomedia, ésta es. El eterno payaso que sonríe sin mover los labios. No es sino una ilusión óptica que se produce gracias al efecto de un buen maquillaje. Es la más sincera, o por lo menos es la que me hace tener los pies en la tierra. Y que la expresión "Tener los pies en el suelo" se la denomine como realista, cuando no denota sino un grandioso e irrevocable pesimismo. ¿De eso se trata? ¿Eres más realista cuanto más pesimismo te sale de las venas? Es injusto. Algún día, aunque sea a pequeña escala, cambiaré el significado. Para que "tener los pies en la tierra" sea sinónimo de saber que puedes hacer cuanto estés dispuesto a hacer. Maldito realismo pesimista, me cago en el concepto. Así retroalimentas el malestar, insinuando que estar ilusionado, y creer que eres alguien, solo es momentáneo a la par que ingenuo. Pues me niego. Y no es hipocresía, al menos quiero pensar que los momentos de desolación son precisamente los que son efímeros, y como todo... pasan.