jueves, 8 de noviembre de 2012

Esquivo afortunado


No sé si me hizo más daño tu puñal en el pecho o tu semen agrio correteando por mi espalda, mancillando mi dignidad.

No sé si te salió caro el precio que pagaste por anudar tu criadilla valentía, ni siquiera sé si te lo pedí.

No sé si saliste corriendo al verme sin moverte apenas del sofá, lo que sí sé es que tu miedo me salpicó.

No sé si quería conocerte, besarte o hasta incluso (fíjate), abrazarte, ¿qué más da? Para lo que sirvió.

No quería ver el tamaño de tu miembro, tal vez no tuvieras, al menos que fuera viril, no sé.

No sé si me escuchaste cuando te miré, al menos no fingiste con tu silencio a gritos que te importó.

No sé si me abrí antes de piernas que de corazón, sólo sé que debí abrir los ojos, cerrar la boca y olvidarte sin más dilación.

No sé si servirán de algo mis palabras, si te acordarás de mi nombre arañando el borde de tu cama, si te masturbarás pensando que me dolió.

Quién sabe si por un momento te amé o deseé que así fuera, lo que sí sé es que me llevé las turmas a modo de sombrero, tu muda “sucia”, tu impotencia y mi desilusión; y te dejé como te encontré, solo.

martes, 6 de noviembre de 2012

Cobarde.

Te enseñé la cicatriz que escondo entre las tetas y sólo te acercaste a mí para decir: "Tápate, por favor". Antes de que mi última lágrima derramada se deshiciera en el suelo te miré a los ojos, y en ellos pude ver tus testículos reducidos y anudados, oprimiéndote la garganta. Sin más, me fui.