He aquí un claro ejemplo de lo que es el arte hecho en pocas palabras. Como me voy a quedar corta para elogiar tanto el texto como al autor, y seguramente, hasta quede mal al hacerlo, solo voy a decir, que desgraciadamente no será publicado (por censura) por el libro colectivo: "Catedral de Jaén. Convergencias" (como así se había establecido). Así, ya nos encargaremos, los que podamos, de divulgar la auténtica literatura, la sincera, la que da donde duele, la que huele a un perfume tan característico como la mismísima libertad. Un escritor con un estilo "desgarrador", con un humor negro, amarillo, lila, verde, blanco, tal es el arco iris que se dibuja en sus textos, que a mí particularmente, me deja ciega de admiración. Texto de Jesús Tíscar Jandra, escritor jiennense, provocador, humano y sincero. Touché.
Que lo disfruten.
La catedral de Jaén.
La catedral de Jaén es una iglesia muy gorda que hay puesta
en la plaza de Santa María, al lado de un kebab. Antes, cuando la catedral
todavía no la habían puesto, la plaza de Santa María era más grande, podían
correr caballos. La catedral de Jaén es como la iglesia de mi barrio, pero
mucho más gorda, ya digo, el doble o el triple de gorda, se conoce que en el
barrio en el que está no se anduvieron con tonterías y dijeron: “Qué quieres,
¿una iglesia?, ahora te vas a cagar”, y plantaron un bicho que pilla más roal
que un circo y que se ve desde el castillo de Santa Catalina, igual que el
Corte Inglés. La catedral de Jaén lleva ahí puesta un montonazo de años, por lo
menos noventa o cien, si no más, por eso está muy vieja y muy fea y porque
además la limpian poco, aunque ahora parece que la están adecentando: por los
costados —a la fecha de este trabajo de redacción que me han mandado escribir—
trajinan en andamios obreros católicos (se les nota, están alegres) detrás de
una red, que los veo yo por las mañanas desde la terraza de Pepa. Mi abuela me
cuenta que mi abuelo trabajó en esa obra y que ella le llevaba el papeo al
campanario tras subir trepando por una guita, ya que las escaleras no existían
aún y los ascensores eran una cosa del demonio de la que el clero no quería ni
oír hablar. La catedral de Jaén está hecha de piedra de la dura y por encima
tiene grajos. En sus faldas, por la noche, se le sientan gitanos y morillos y
se lo pasan muy bien. La catedral de Jaén la hizo un hombre que se llamaba
Vandelvira, don Andrés, el mismo que está en estatua detrás, en la terraza que
pone el bar La Pampa los veranos, mirando con cara de asovispao el reloj de la
Diputación Provincial a ver lo que se escaquean los funcionarios y tomando nota
de sus nombres para pasárselos a Dios, con el que Vandelvira, como todos los
masones y la mayoría de los que tienen el pescuezo ladeado, mantenía tratos y
usufructos. La catedral de Jaén es la única iglesia a la que entra mi tito
Alfonso, el de mi tita la Nani, el que trabaja de mantenimiento en la Junta, no
el otro. Mi tito Alfonso dice que los curas son todos unos cabrones, que la
Iglesia católica es una multinacional despiadada y egoísta, y por eso no pisa
ni una, en los bautizos y en las bodas siempre se queda fuera, fumando y dándole
el tostón al pobre de la puerta con la cosa del reparto social, con la
propiedad común y con el Atletic. Pero algo tiene que tener la iglesia grandona
de enfrente del Ayuntamiento, porque ahí mi tito Alfonso sí que entra y hasta
se queda un rato mirando las paredes y los cuadros, el suelo y el techo, los
detallicos del acabado, los machones, a lo mejor es que está tonto, mi tita la
Nani suele comentar que muy listo no fue nunca, pero que pese a todo jamás le
lleva las bolsas del Mercadona, siempre las tiene que cargar ella. En la
catedral de Jaén hubo una imagen que aquí se le dice El Abuelo y que ya no está
porque se mudó a un apartamento de soltero en la Carrera de Jesús, casi al
laíllo, a ver para qué quería él tanta casa, siendo abuelo, con la tarea que
da. Desde que esa imagen no está, en la catedral de Jaén cobran por entrar,
antes no tuvieron valor de hacerlo porque al Abuelo ese lo quieren mucho en
Jaén y seguramente hubiese habido hostias en la taquilla de los mercaderes del
templo, menudos son los devotos de la madera, gozan de mucho temperamento y
mala leche, se ve que no lo pueden remediar o que están asustados o algo (esto
es de mi tito Alfonso). En la catedral de Jaén hay muchas velas, medallitas y
un deán. Y luego hay un santo que tiene la mano así y que si le rezas “san José
de Calasanz, obispo de Casablanca, dame una limosna, que me hace mucha falta” y
le miras la mano muy fijo, sin pestañear, muy fijo, hasta que te escuezan los
ojos y te dé una conjuntivitis, la mano le hace así, así, así le hace la mano,
se le abre y se le cierra, se le abre y se le cierra varias veces, pero de
limosna no te da nada, más bien es como si quisiera agarrarte los cataplines
con rencor por algún asunto antiguo entre él y tú. En la catedral de Jaén,
también, hay muchas viejas sentadas y algunas muchachillas con rebequita, y
guiris que no ven bien, y gente que llora y habla bajo. En la puerta también
hay pobre. En verano hace fresquito. Y hay curas muertos enterrados debajo de
las baldosas, da yuyu pisarlos, no se vaya uno a condenar, y lápidas con los
nombres de los que fueron los buenos de la guerra civil. En lo alto del todo
del campanario de la izquierda, debajo de la veleta, si lo ves por detrás, hay
una cara de payaso trágico, con su gorro, y en la parte que da a la calle
Campanas vive Drácula. Y luego hay un cuadro en el que tienes que localizar
unas tijeras para que se te cumpla un deseo, las tijeras son de la Virgen Santa
y están en la esquina de abajo, a la izquierda, ahí las tienes, no te vayas a
quedar bizco buscándolas, lo que pasa es que lo del deseo es una trola, no te
la creas, yo todavía no tengo quad y mi hermana sigue drogándose y volviendo a
las tanturrias con la pechera sucia y con muy mala cara.
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