¿Qué me pasa? No encuentro las ganas de escribir,
pero aun así siento necesidad.
¿Qué tiene el invierno? Si incluso la última sílaba ya la convierte una palabra negativa
InvierNo.
Con ese frío que cala hasta los huesos rotos,
InvierNo.
Con ese frío que cala hasta los huesos rotos,
ese aura de niebla que empapa los sueños,
hasta más allá de los intestinos.
Siento cómo se agrietan mis manos
con la escarcha que duerme en la copa de los árboles.
Un ligero placer me embadurna cuando el viento
azota con furia en la superficie de mi rostro pálido.
azota con furia en la superficie de mi rostro pálido.
No es el invierno en sí, ni el frio,
tal vez sea la canción,
la que me conduce en este mismo instante
a estar en contacto con la naturaleza sin estar cerca.
Un cerrar de ojos.
Unas imágenes, zangoloteando al compás de la melodía,
bastan
para notar cómo la
yerba acaricia las yemas de mis dedos.
El olor a tierra fresca, mojada por la lluvia, es tan intenso
que no puedo
evitar coger un puñado
y esparcirlo por
mi cintura desnuda.
Las chinitas hacen
carreras por mi ombligo,
apostando por cuál
de ellas llegará primero al centro.
¿Qué pienso?
¿Qué siento?
¿A qué huele?
¿Dónde estoy?
Los ojos me pesan demasiado.
Mis piernas,
brazos
brazos
a penas existen.
No hay movimiento.
La sangre caliente se acumula en mi lengua,
no oigo los sabores en mis labios,
la saliva escasea en los arbustos de los dientes rotos de
no morder.
No tiene sentido, pero me gusta.
No tiene armonía, pero me rima.
Puede que le falte escena, actor principal, luces y
sombras,
pero no me
importa.
Estoy aquí,
ahora,
a años luz del mar,
ahora,
a años luz del mar,
arropada con las faldas de una mesa con brasero.
Pero las olas chocan con furia por el interior de mis
calcetines de lana,
dejándome las
plantas de los pies saladas y ensimismadas.
¿Qué me está pasando?
¿Acaso perdí la cordura entre estas palabras y frases
inconexas?
No.
Estoy soñando,
que vivo.
que vivo.
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