martes, 9 de octubre de 2012

Homenaje a mis sentidos: Los principios de la sangre siempre me desbordaron.

He aquí una cuestión que dejo en el aire con evidencias de que no será resuelta: ¿Tiene sentido?
Es una pregunta que últimamente ocupa más espacio de lo estrictamente necesario en mi cerebro, y la respuesta con la que zanjo esa duda que azota incesante mi malograda conciencia es con un simple ¡Puf!.
Porque simplemente me rindo a las lágrimas que se me escapan y no puedo justificar, porque me asfixian las palabras que escondo en el desván del arrepentimiento; porque la sangre me hierve a pocos grados cuando el deseo de levantar la mano y pedir ayuda supone más esfuerzo que esperar a que todo vuelva a su ser, que no es otro que el olvido.
¿Cuántas perras me cuesta ser sincera? Eso llevo preguntándome hace ya tiempo, cuando a la cagalera le puse el pañal de la valentía, pero claro, sólo tapé el paquete y la mierda, no por ello, dejó de oler.
Y... cómo fingir el orgullo que se esconde detrás de unas gafas de culo de vaso del cristal "ignorance" si ya hace tiempo que me operaron. Miopía, dijeron. No soy oculista, me perdonen los expertos por mi descaro al afirmar cuál era mi dolencia realmente: Mioemofalta. Sí, así es. ¿Qué es exactamente? Pues es una patología que se define así: Defecto de la visión causado por la incapacidad del cristalino de enfocar las cosas que están más allá de los sentimientos. 
Llevé unas buenas gafas durante algún tiempo, aunque algunas veces flirteaba con las lentillas y hasta alguna vez probé a ir sin nada, a sabiendas de que podría confundirme con la gente, pegarme un porrazo o...vete tú a saber.
El caso es que hace unos años me operaron y creo que la concepción de la realidad cambió bastante para mí. No necesitaba lentes, pero conservo la manía de rozarme el tabique nasal para hacer el amago de subirme las gafas que ya no llevo.
¿Tiene sentido?
No hace mucho volví a sentir que se me nublaba la vista, sentí ese extraño miedo que advertí la primera vez: ¿Me estaré quedando ciega? Las pulsaciones se aceleran, un sudor incipiente recorre tus manos y la espalda y te falta un poco el aire. Al fin y al cabo, el que nace con alguna patología, aunque se opere y haga su vida normal... ¿Quién te asegura que tras el mejoramiento no habrá secuelas? ¿Quién te asegura además que esas secuelas no acentúen aún más tu dolencia que la que padecías antes de someterte a la operación?
¿Tiene sentido?
Vuelvo a sentir que siento y estoy rebuscando por los cajones del desengaño pastillas para no soñar, porque en el colchón de la seguridad donde me dejo caer empiezo a notar los muelles de la sin razón y empiezo a notar una ligera neblina que ya no sé si viene de la cabeza o la vagina. Fluyen los miedos como ascos y los deseos como agua corrompida. En medio estoy yo  y mi ceguera, mi lápiz sin punta y mis tripas gritando con la boca cerrada: ¡que siento con el estómago y pienso con los pies en el aire! 
Y no es ésto un galimatías o un jeroglífico de palabras inconexas, no. Simplemente son sentimientos, míos, que no me dejan ver más allá de los sentidos.
¿Tiene sentido?

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