miércoles, 6 de junio de 2012

La Montañesca

Asomas entre la bruma, entre nubes anaranjadas, entre cielos destapados y cuestas de infarto, esperando el momento en que tenga que decir adiós.

Te quedas con lo que vine: unas cuantas lágrimas, bastante desilusión y morriña. Me has visto ser más yo contigo que conmigo misma y te he dejado, bien conozco tus dotes de cauta y contemplativa, sin juicios ni prejuicios.

Ahora soy yo la que se va sin ti. Me quedo con las noches que me diste de amor, decepción, odio, sonrisas, reproches y algún que otro susto. Me llevo tus calles silenciosas y despeinadas, los secretos que me guardaste con recelo, y los ojos que tal vez no me vuelvan a mirar de frente, los tuyos.

"Llegaste siendo una niña y te vas siendo una mujer" me dice la luna al oído, sé que esa frase sale de tus balcones, donde tantos cigarros nos fumamos contemplando alternativas de cambio, emborrachándonos con licor de estrellas y cometas fantasmas. 

Qué poco sentido tendrán ahora los caminos llanos, qué sin sustancia los paseos sin recovecos, qué pequeña se hará la iglesia de San Felipe, San Fernando y San Agustín, al lado de tu mayor tesoro.

Trotacalles sin sentido ni señales de Stop, urbanos a toda vela, cláxones de coches olvidados en una estación... y tu estación, con Bogarts extraños jurándote billetes de vuelta. 

No habrá adiós sin prisas, ni dramas de media noche,  no habrá "no te vayas, quédate", ni trabajo, ni gritos, ni escolopín de serumano* a lo argentino, un simple "hasta otra" bastará para ser consciente de que me voy, sin mirar atrás, de reojo tal vez un poco. Escapando de tus ojos de castillo encantado.

Qué fríos serán los veranos sin tus grados de más en junio, julio y hasta en octubre; cuán cálidos serán los inviernos venideros sin tus gélidos despertares, esos que más de un dolor de espalda me contagiaste con aquellos tiritones...

Escolta, como tú sólo sabes, los cabos que dejé sueltos, puede que no tenga sentido amarrarlos ya, aún así cuida que no se te escapen, ya me conoces, sabes que gasto la costumbre de buscar lo que perdí.

Unas cuantas horas, minutos y suspiros para partir, dejarte donde siempre has estado y debes estar,  en tu montaña. 

Acuérdate de aquella niña que le pedía llorando a la luna llena, encontrar la aguja perdida en el pajar, y si por fortuna la encontraras, emerge de mis sueños, te estaré esperando. 

Adiós mi extraña pero querida Montañesa.



Serumano: Persona, Ser humano.

No hay comentarios: