Ahogas tu risa estallada en
una lágrima amarga, sudada por el orgullo, y crees que la verdad se mide por
los embustes que te gritas sobre la misma almohada que abrazaste un día,
añorando besos que nunca te llegaron.
Te preguntas si al final todo
tendrá un sentido, serás el verdugo que siempre se hace la víctima, serás la
sombra de un grillo en la oscuridad, un extraño soldado de la legión que se
despide constantemente de un familiar que nunca tuvo, serás uno más en la
escala del cero al menos uno.
¿Qué otra cosa si no? Un
diamante que no se ralla, un disco de vinilo que toca la misma canción una y
otra vez, porque nadie antes te ha dicho que te repites más que un chorizo asado.
Todo lo has interpretado del revés.
Una toalla húmeda en un desierto, un cansino al que nadie comprende ni está por la labor de hacerlo, una avispa sin valor, un chocolate desnatado recalentado, un adiós sin gesto.
Una toalla húmeda en un desierto, un cansino al que nadie comprende ni está por la labor de hacerlo, una avispa sin valor, un chocolate desnatado recalentado, un adiós sin gesto.
Resumiendo, al final, en la escalera que sube como la espuma hacia el perdón y la tranquilidad, estarán
todos menos tú.
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