Una noche oscura y fría. La lluvia se exhibe como telón de
fondo y los cohetes anuncian la entrada del nuevo año repiqueteando iracundos
al otro lado de la ventana, la que da al patio de luces. Enero lo tiene todo
previsto: una cama blanca de papel (individual, le gustan los espacios hechos a
medida), un licor aventurado a posicionarse entre el sabor amargo y el cítrico,
y un cauce de tinta al borde del vaso medio lleno en sus manos.
El ambiente yace cargado de expectativas que cumplir.
Lleva horas esperando a que sus tres preciosas concubinas aparezcan por
sorpresa, como suelen hacer, con las
mejores alhajas, ropas y sin más equipaje que sus provocativas intenciones.
Enero, hace rato que ha acalorado el clima con música envolvente, pues unas notas
bien escogidas son la señal fehaciente que necesitan tres burbujas para danzar en el aire, y mezclarse
sin llegar a tocarse a un ritmo efervescente.
Espera ansioso, viendo cómo el segundero de la paciencia
se iba encogiendo, y encogiendo y encogiendo…, hasta casi adoptar un aspecto quebradizo y fantasmal.
Pero casi en el último aliento de esperanza que le cobija en aquel solitario
habitáculo, y de repente, aparecen las tres: Lira, Tesam y Pasina; preciosas,
fogosas y sonrientes, como cabía esperar.
Enero nota unos largos y finos dedos acariciándole el
cabello, sin duda alguna es Lira. Nunca presumió de ser la más bella, pero era
la única reina capaz de darle brillo y firmeza a las huellas que él mismo deja
en su cama de papiro. Pronto Tesam se hace notar. Su silueta cargada de líneas rectas,
se amolda a la cintura de Enero, y son sus caricias contorsionistas las que
corretean por el torso hasta alcanzar la parte del pecho que a él le cuesta
conceder.
Entretanto, Enero empieza a advertir cómo el derroche de
tinta china se va acumulando al filo de sus dedos, y cómo éstos, al borde de la
desesperación, juguetean a ser Dios. Pero es Pasina la que siempre domina el
terreno de juego, es la diva efímera de la volubilidad; es su agua en el
desierto, su mendrugo de pan en la catedral, su puñado de arena, su sal; su
agujero de lombriz, su ombligo, su luz de neón en la oscuridad, su ceda el paso,
su pasaje a la integridad. Pasina actúa a modo de ritual, es impuntual,
caprichosa y mordaz; primero le mira a los ojos, para asegurar el cargo de
supremacía de poseen sus pupilas; convencida del dominio que tienen sus ojos de
cascabelescos de emperatriz, se relame el filo de los labios, lista para
morder. Enero está atrapado entre las curvas y rectas antojadizas de las tres
figuras que conforman la divinidad. Un halo de erotismo ahumado se apodera de
su resistencia para dejarse arrastrar, cayendo en un abismo orgiástico,
alejándole de la realidad. Caricias, mordiscos, arañazos y gemidos de palabras
que se van trazando sobre su mesa de escritorio; ríos de vino encontrando el
cauce en un papel que tan sólo momentos antes parecía virginal. Los colores de
la sala juegan a mezclarse. El sabor a mirada lasciva lo impregna todo. Enero
está a punto de eyacular; su sangre se amontona coagulada sus venas, comienza a
notar la presión. Pero siempre es Pasina la que juega no terminar, la que lleva
el Royal flush pero no se detiene a enseñar. Es Pasina, la
que sin previa despedida se va. Como ahora, que ha dejado su esencia en la cama
sin apenas haberla rozado.
Es
cuestión de segundos que Lira y Tesam se desvanezcan en el olvido, junto a
Pasina. Y antes de que Enero sea consciente del tiempo de placer que le queda,
de pronto, la luz del amanecer entra por la rendija de la ventana, alumbrando
la única imagen que yace entre las cuatro paredes de la habitación: su propia
sombra, la soledad.
2 comentarios:
Creo que he entendido este relato. La cama es un papel en blanco y las tres concubinas son musas, representan partes de la inspiración.
Puede ser...o bien, puede ser un hombre complaciendo con su imaginación una fantasía sexual. Quién sabe...
Gracias, Malvado Dylan, por dejar tus huellas entre las nubes, espero hayas disfrutado del paseo.
Un abrazonube :)
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