1.
Sistemas de transmisión.
2.
Sistemas de cambios de velocidades.
3.
Sistemas de frenos.
4.
Sistemas de dirección.
5.
Sistema de rodamiento.
6.
Sistema de tracción.
7.
Sistema de suspensión.
8.
Sistema estructural.
Sistemas de Transmisión.
Los sistemas de transmisión son
mecanismos que permiten trasladar el movimiento de una rueda a otra cuando
ellas no se encuentran en contacto directo. La cadena o correa posibilita que
giren en la misma dirección.
El sistema más habitual transmite
el movimiento de las piernas sobre unos pedales enroscados a unas bielas
montadas a unos platos dentados y este impulsa, mediante una cadena de
transmisión un sistema de piñón libre y este a su vez a la rueda trasera.
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He intentado infinidad de veces
poner en movimiento la correa de mis dedos para escribir esta historia, pero la
biela que separa los huecos de tiempo mal aprovechado y mis fraudulentos deseos
de comenzar ha sido demasiado espaciosa.
Si
algo he aprendido hasta ahora cuando un folio blanco te desafía, es sin duda dejarlo
estar hasta que los borbotones de tinta de tus uñas se esparzan con la potencia
de un geiser y la necesidad de empapar la superficie sea mucho más intensa que
la fuerza de mil hombres por taparlo.
Tal
vez la manera más acertada de esbozar el principio sea resaltar es sin duda su
color, un distintivo marrón anaranjadorrizo, un nuevo color que emerge
inventado por los conos alquimistas de mis retinas. Sus gentes nativas jamás
hicieron el amago de comprender sus entrañas, la luz del sol enojado no
acostumbra a hacerle justicia a la belleza de sus curvas sextillizas, ni
siquiera la danza de las ramas de los árboles que sueñan con las picaduras desprovistas
de los insectos aciertan a darle un cálido significado de su existencia. Esa
peculiar forma que tiene de transformarse a cada segundo, Londres, la ciudad
invernadera que tan solo permanece quieta cuando los ojos que la miran la
esquivan.
Dar
el primer paso siempre es importante, o al menos eso nos enseñaron. El primer
beso, el primer amor, el primer sobresaliente, el primer matrimonio, el primer
hijo, el uno encabezando al resto de la
lista. Pero hay algo que se nos escapa de las manos en esta teoría
primer/o/a/un-o/principal, el cero. Porque todo parte de la nada y perece en
ella. El cero, ese arco vacío con una cavidad que se abre y se cierra hasta
obtener el caos elevado a su mínima potencia abrazada al infinito. Y de cero
surgió la idea de embarcarse a ese viaje a lo desconocido, a esa ciudad azarosa
que estaba llamando a gritos de silencio desde los rincones más polvorientos y
anhelantes de sus entrañas; hacia sí misma, y por una vez, como personaje
principal de su propia historia.
"¿Y
qué digo al llegar? Espero que este avión sea seguro, ese tipo de al lado
parece tan tranquilo leyendo un periódico en inglés. Y esa azafata, no entiendo
absolutamente nada de lo que está diciendo, por los gestos que hace con las
manos y por lo que recuerdo de la única vez que viajé en avión cuando tenía
once años, creo adivinar que está dando las instrucciones para abrocharse el
cinturón, y una serie de pautas que
hemos de seguir en caso de que hubiera problemas mecánicos en el avión y
todos tuviéramos que decir adiós en silencio a nuestros seres queridos. Espero
que eso no pase." Son las frases que centrifugaban sin cesar en su cabeza disfrazadas de miedo.
Dos horas son una vida cuando se trata de poner en marcha un
plan, o mejor dicho, cuando el problema radica en la elaboración de ese plan.