miércoles, 23 de enero de 2013

Rubén Ravelo

Siempre he considerado  la capacidad de sorprender como el férreo instrumento que solidifica el ingenio. Es una característica que alabo en términos generales en la forma de ser de una persona, pero más encomiable  me parece cuando ese "condimento" perplejo lo encuentro en un texto, tal como "El quebrantador de sueños" escrito por Rubén Ravelo. Un micro embellecido con una prosa oscura, casi gótica (me atrevo a decir), una prosa que te engancha y te lleva al vacío, justo donde se pierde y se encuentra su protagonista, porque ¿dónde puedes encontrar mayor oquedad que en el mundo de los sueños...? 

Un escritor que tan sólo acaba de empezar, un escritor capaz de colmar sus escritos con agridulce sonoridad, así pues, corres el riesgo si te embaucas en su prosa de no saber qué vas a encontrar.
Podéis localizarlo en: http://elrincondebencho.blogspot.co.uk/ 


El quebrantador de sueños 

Compone las suaves melodías de sus deseos en su onírica dimensión, de pronto cae en remotas distancias repletas de infamia. Nunca dispuso de la necesidad de estrellarse entre sus mundos, pero el día tenía que llegar y ella lo presentía; aún bajo su narcótico efecto disuadido en seda y algodón, sumergida en la comodidad de sus perfumadas almohadas color granate, aún así lo venía llegar. Descubrió así, con el temor, su fascinación por brincar de planeta en planeta, rozando con sus dedos cada constelación; recordando, con sonrisas bañadas en lágrimas, cada una de sus inenarrables aventuras. El enlace se rompía y la sangre brotaba entre las nubes de un otoño cualquiera. Cuando las amígdalas se le irritaron compuso su último preludio, una canción que daba triste inicio a su hastío, mientras aquel monstruo disipaba, con infinita crueldad, la bella nebulosa que con tanto esfuerzo habían formado sus más profundos sueños. Y así se concretaba el abyecto robo de una voluntad que sólo aparecía cuando ella cerraba sus ojos, en esos difusos y coloridos paisajes errantes, en tiempos aquellos… cuando esperaba a que el sol no volviera a aparecer jamás.







Enhorabuena, querido amigo. Gracias por compartir tu bella prosa y por no dejar de sorprendernos.



Concurso entre amigos :)

El quebrantador de sueños (Ganador)

Compone las suaves melodías de sus deseos en su onírica dimensión, de pronto cae en remotas distancias repletas de infamia. Nunca dispuso de la necesidad de estrellarse entre sus mundos, pero el día tenía que llegar y ella lo presentía; aún bajo su narcótico efecto disuadido en seda y algodón, sumergida en la comodidad de sus perfumadas almohadas color granate, aún así lo venía llegar. Descubrió así, con el temor, su fascinación por brincar de planeta en planeta, rozando con sus dedos cada constelación; recordando, con sonrisas bañadas en lágrimas, cada una de sus inenarrables aventuras. El enlace se rompía y la sangre brotaba entre las nubes de un otoño cualquiera. Cuando las amígdalas se le irritaron compuso su último preludio, una canción que daba triste inicio a su hastío, mientras aquel monstruo disipaba, con infinita crueldad, la bella nebulosa que con tanto esfuerzo habían formado sus más profundos sueños. Y así se concretaba el abyecto robo de una voluntad que sólo aparecía cuando ella cerraba sus ojos, en esos difusos y coloridos paisajes errantes, en tiempos aquellos… cuando esperaba a que el sol no volviera a aparecer jamás.
(Rubén Ravelo

El quebrantador de sueños 

El paciente ya estaba preparado. Hacía minutos que había aparecido en la consulta. Lo prepararon, lo raparon, masajearon su cráneo con un frío gel conductor, le añadieron las sondas, los sensores, los electrodos amplificadores y le inyectaron la nueva solución enteógena diseñada por el laboratorio. No tardaría mucho en olvidar todos sus traumas y preocupaciones. Entonces se quedó dormido. Los médicos necesitaban alcanzar la fase REM para poder intervenir, por lo que esperaron observando sus monitores en silencio. De pronto, sus equipos comenzaron a dar señales inequívocas de ensueño: el hipnograma advertía de que el paciente soñaba. Conectaron el videotransmisor de imágenes oníricas y observaron. Se dispusieron a eliminar uno tras otro aquellos traumas que el paciente había vivido según se presentasen. Habían llegado ya a la infancia del soñador, pero sin embargo, no habían hallado todavía más que traumas irrelevantes. Ya se daban por vencidos cuando un ensueño más intervino. Una oscuridad absoluta lo conturbaba, los sensores silbaban alarmados, su cuerpo se estremecía. Y al final de túnel apareció una débil luz mientras que el paciente se resistía temblando y llorando. «No hay nada que hacer» suspiró el quebrantador, «el trauma de este muchacho es la vida» aseveró.
(Malvado Dylan)

El quebrantador de sueños 

La primera vez que vimos el artilugio, pensamos que estaba loco. Había cables repartidos por todas partes, un extraño bidón vomitaba humo de colores, y una brujita peculiar pendía de un hilo sobre uno de los alógenos que iluminaban el habitáculo. Llevábamos dos semanas sin verle, había estado encerrado en el sótano elaborando esa extraña maquinaría que bautizó como “Quebrantador de sueños”. Deseaba presentarlo en la feria tecnológica que se celebraba cada tres años en la ciudad, con la intención de patentarlo. El funcionamiento era sencillo en apariencia, tan sólo debías introducir la mano en la apertura del centro, el calor corporal activaba el pequeño dispositivo y el láser actuaba como lente de contacto registrando la actividad del hipocampo. Localizada el área, la máquina actuaba mandando mensajes inhibidores de actividad temporomedial cerebral.
Mamá había intentado quitarle la idea de la cabeza varias veces, tratando de convencerle de que sus inventos suponían una pérdida de tiempo: “Ya no eres un niño, Julio, deberías pensar en nuestros hijos, y buscar un trabajo decente”. Quizá fuera el repiquetear de aquella frase en los oídos el principal motivo por el que papá creó el artefacto, para dejar de soñar y ser simplemente uno más.
(Rosa)

lunes, 21 de enero de 2013

El Quebrantasueños


Ya lo decía mi padre cuando éramos pequeños: “No metas la mano cuando lo que te quepa sea el brazo, en el intento te quedarás cojo”.  Esa misma frase revoloteaba por la casa, a la hora de la comida, el único instante en que todos nos reuníamos para parecer una familia. Dani, ya mostraba trazas de ser un auténtico calzonazos. Si le pedías agua, te traía el océano en su regazo; si le pedías ajos, podías reconstruir la Muralla de Adriano y espantar a cualquier noctámbulo sanguinario que se atreviera a cruzar. A menudo,  aparecía en la habitación con la cortina del baño anuda al cuello, empuñando el palo de la mopa, vociferando: ¡Soy el dios de la luna de Júpiter, y mi misión en la tierra es exterminar el mal humor!
Era así, un pobre entusiasta, un mal nacido capaz de arrancarte las piedras del aburrimiento de un plumazo y construir en un segundo una vida entera de ilusiones sobre el ortejo mayor de tu pie izquierdo.
Aún no entiendo cómo de siete días que tiene la semana, él inventó un octavo para precipitarse sin previo aviso por el quebrantasueños (el pozo del jardín), en el intento de colgar un cartel que ponía: ¡Sonríe o Muere!

viernes, 18 de enero de 2013

Aquí también hay luz



Estaba escuchando esta canción, y por un momento y sin saber por qué, me ha llevado a hacerme una pregunta: ¿hasta cuándo exactamente, o mejor dicho, en qué punto uno se da cuenta os es consciente de la realidad? Hasta hace apenas unos días, lo más que alcanzaba mi vista a observar eran los huecos o poros de la rejilla verde de la mosquitera, cuya luz, que entraba tímidamente por la ventana, no pasaba sino a través de un escuálido y humilde patio, cuya anchura no da para más que para una espalda no muy holgada. Entonces, salir con la bici por el campo y que me diera el aire en la cara era tanto o más como bajar por una lanzadera de feria. Y esta mañana, me daba cuenta de lo pequeñita  e  insignificante que soy, al ver cómo funciona la vida; al ver cómo un mogollón de personas, cada uno con una historia, con un origen, pasan por mi lado, con prisas, sin más orientación que la del éxito; más jóvenes, o incluso más maduros, con puestos tan inalcanzables como el sol. Y no es envidia, sino admiración.
Ahora, mientras estoy aquí en la cama y contemplo a través de la ventana, no veo una rejilla humilde y verde. No. Veo grandes edificios, con luces encendidas por todas partes, lo que significa que ni de noche la ciudad descansa, lo que significa que la realidad no es otra que la que va más allá de lo que abarca tu mirada, o mejor dicho de tus propias posibilidades. Pero es más, no me tengo que ir a la gran manzana donde están los grandes tiburones, en la calle me cruzo a diario con gente más joven que yo, vinieron sin nada prácticamente, lo justo para empezar, y aquí están, dominan el idioma, hacen sus vidas con su trabajo, sus gentes, etc. El ahora, el ahora es lo que de verdad importa. Mañana quién sabe, o pasado... Pero el ahora es lo único que manejamos (bueno, en cierta medida, mucho porcentaje se nos escapa de las manos). Cada decisión que tomas en un segundo cambia el transcurso de tu vida, ¿no da vértigo eso? a mí me da mucho, pero me gusta. Puedo escoger el camino de la derecha, y mi vida será distinta porque me toparé con aquella persona con la que viviré tal experiencia por corta que sea, eso me llevará a tomar otras decisiones que engloben a otra gente, pero...¿y si tomo el camino del suroeste? ¡Igual! las circunstancias serían totalmente diferentes.
Una página en blanco nunca se aburre ni se cansa de leer, está ahí, esperando a ser manchada. No es melancolía lo que siento, es admiración por cómo el curso de la vida puede cambiar en un segundo, en un segundo en que piensas de pronto: ¡SÍ!, o piensas: ¡NO!, o igual piensas: ¡NO LO SÉ! en cualquier caso, siempre estás actuando, y eso te conduce a tu destino (y no me refiero al destino en el sentido romántico). ¿No es maravilloso comprobar que en un segundo de pronto puedes estar haciendo algo con lo que soñabas, o algo que jamás hubieras imaginado? La vida y su curso, es algo que no dejará nunca de sorprenderme, de maravillarme. Me maravilla mirar hacia delante y no saber si cuando salga mañana me tropezaré y me escocerá la herida, me gusta saber que cada momento es un desafío que estoy dispuesta a superar, como si cada intento de salir airosa fuera una confirmación de que realmente puede que no sea tan miedosa y mierdosa como he pensado todos estos años, y comprobar que el mero hecho de pensar que no valgo un carajo fuera solo una retribución al miedo que siempre he sentido de fracasar. Pero es ahora cuando salgo ahí fuera y la inmensidad me arropa, cuando pienso que: qué carajo, tengo hambre de vida como la que más, y sí, tengo miedo, tengo miedo de parecer una ignorante, pero es algo que no se va a hacer conmigo, ni mañana, ni pasado, ni al otro. Con cada paso que doy hacia esa inmensidad me siento más persona, más segura (y no es un anuncio de compresas), me siento más...Yo. Como un pájaro que vuela, como una pluma que gira sin rumbo hasta desaparecer en algún rinconcito lleno de todo y de nada al mismo tiempo, porque así es el infinito, ¿no?".

lunes, 7 de enero de 2013

El desvanecimiento de las musas de Enero


      Una noche oscura y fría. La lluvia se exhibe como telón de fondo y los cohetes anuncian la entrada del nuevo año repiqueteando iracundos al otro lado de la ventana, la que da al patio de luces. Enero lo tiene todo previsto: una cama blanca de papel (individual, le gustan los espacios hechos a medida), un licor aventurado a posicionarse entre el sabor amargo y el cítrico, y un cauce de tinta al borde del vaso medio lleno en sus manos.

El ambiente yace cargado de expectativas que cumplir. Lleva horas esperando a que sus tres preciosas concubinas aparezcan por sorpresa, como suelen hacer,  con las mejores alhajas, ropas y sin más equipaje que sus provocativas intenciones. Enero, hace rato que ha acalorado el clima con música envolvente, pues unas notas bien escogidas son la señal fehaciente que necesitan tres  burbujas para danzar en el aire, y mezclarse sin llegar a tocarse a un ritmo efervescente.

Espera ansioso, viendo cómo el segundero de la paciencia se iba encogiendo, y encogiendo y encogiendo…,  hasta casi adoptar un aspecto quebradizo y fantasmal. Pero casi en el último aliento de esperanza que le cobija en aquel solitario habitáculo, y de repente, aparecen las tres: Lira, Tesam y Pasina; preciosas, fogosas y sonrientes, como cabía esperar.

Enero nota unos largos y finos dedos acariciándole el cabello, sin duda alguna es Lira. Nunca presumió de ser la más bella, pero era la única reina capaz de darle brillo y firmeza a las huellas que él mismo deja en su cama de papiro. Pronto Tesam se hace notar. Su silueta cargada de líneas rectas, se amolda a la cintura de Enero, y son sus caricias contorsionistas las que corretean por el torso hasta alcanzar la parte del pecho que a él le cuesta conceder.

Entretanto, Enero empieza a advertir cómo el derroche de tinta china se va acumulando al filo de sus dedos, y cómo éstos, al borde de la desesperación, juguetean a ser Dios. Pero es Pasina la que siempre domina el terreno de juego, es la diva efímera de la volubilidad; es su agua en el desierto, su mendrugo de pan en la catedral, su puñado de arena, su sal; su agujero de lombriz, su ombligo, su luz de neón en la oscuridad, su ceda el paso, su pasaje a la integridad. Pasina actúa a modo de ritual, es impuntual, caprichosa y mordaz; primero le mira a los ojos, para asegurar el cargo de supremacía de poseen sus pupilas; convencida del dominio que tienen sus ojos de cascabelescos de emperatriz, se relame el filo de los labios, lista para morder. Enero está atrapado entre las curvas y rectas antojadizas de las tres figuras que conforman la divinidad. Un halo de erotismo ahumado se apodera de su resistencia para dejarse arrastrar, cayendo en un abismo orgiástico, alejándole de la realidad. Caricias, mordiscos, arañazos y gemidos de palabras que se van trazando sobre su mesa de escritorio; ríos de vino encontrando el cauce en un papel que tan sólo momentos antes parecía virginal. Los colores de la sala juegan a mezclarse. El sabor a mirada lasciva lo impregna todo. Enero está a punto de eyacular; su sangre se amontona coagulada sus venas, comienza a notar la presión. Pero siempre es Pasina la que juega no terminar, la que lleva el Royal flush  pero no se detiene a enseñar. Es Pasina, la que sin previa despedida se va. Como ahora, que ha dejado su esencia en la cama sin apenas haberla rozado.

Es cuestión de segundos que Lira y Tesam se desvanezcan en el olvido, junto a Pasina. Y antes de que Enero sea consciente del tiempo de placer que le queda, de pronto, la luz del amanecer entra por la rendija de la ventana, alumbrando la única imagen que yace entre las cuatro paredes de la habitación: su propia sombra, la soledad.